La gestión emocional consiste básicamente en aprender a encarar la vida mediante el autocontrol de las emociones y el conocimiento profundo de uno mismo. Conseguir estos dos retos resulta de gran utilidad en la vida personal, pero también en el ámbito laboral. Desde hace tiempo, ser capaz de empatizar y poseer ciertas habilidades relacionales o sociales son cualidades cada vez más valoradas para liderar equipos. Pero, ¿cómo lograr ese control de los sentimientos en un mundo tan complejo como el actual y dentro del ámbito laboral? Hay una serie de pautas básicas para alcanzar esta meta, pero la clave está en ser perseverantes, tener claros los objetivos, así como ser conscientes de que se trata de una tarea que se ha de adquirir con la práctica.
“Como comenta Daniel Goleman en su libro de 1998 La práctica de la inteligencia emocional, los factores que mejor “discriminan”, de entre un grupo de personas igualmente inteligentes, a quienes mostrarán una mayor capacidad de liderazgo, no son el Cociente Intelectual (CI) ni las habilidades técnicas, sino las relacionadas con la Inteligencia Emocional (IE)”, detalla Joaquín Muñoz Lara, life, executive & team coach. El coach añade que “a la hora de liderar un equipo dentro de una empresa, las personas con una Inteligencia Emocional más desarrollada serán las que gestionen de manera más eficiente a sus empleados, enfocándose no solo en los objetivos a cumplir, sino también en el bienestar y en las emociones que sienten sus empleados, escuchándoles y guiándoles hacia el éxito colectivo de una manera más efectiva y humana”.
¿Qué es la inteligencia emocional?
Carlos Bella, conferenciante para el desarrollo personal y profesional, define el término inteligencia emocional. “Este nace como concepto en 1990 gracias a un trabajo científico de P.Salovey y J.Mayer. Durante algunos años, era conocida por científicos y algún que otro universitario, hasta que Daniel Goleman publica su best seller Emotional Intelligence en 1995. Desde esta publicación de Goleman (considerado por algunos erróneamente el padre de la inteligencia emocional) el término se popularizó enormemente. Llegó a ser incluso portada de la revista Time”.
Carlos distingue dos modelos de inteligencia emocional. El modelo de habilidad, basado en cuatro habilidades básicas:
1-Percepción emocional: Habilidad para identificar emociones y expresarlas de manera adecuada
2- Comprensión emocional: Habilidad para comprender emociones complejas y su evolución en el tiempo
3- Facilitación emocional: Habilidad para poner las emociones al servicio de nuestra forma de procesar la información
4- Regulación emocional: Habilidad para hacer un uso estratégico de nuestras emociones
Y un segundo modelo mixto, que “no consta solo de habilidades emocionales, sino que incluye un conjunto de rasgos estables de personalidad, competencias socio emocionales o aspectos motivacionales”. Ejemplo de modelo mixto Goleman:
1-El conocimiento de las emociones
2- La capacidad de controlar las emociones
3- La capacidad de motivarse a uno mismo
4- El reconocimiento de las emociones ajenas
5- El control de las relaciones
Daniel Goleman decía que esta inteligencia es una forma de interaccionar con el mundo que incluye los sentimientos, pero también habilidades como el control de los impulsos, la motivación, la autoconciencia, el entusiasmo, la perseverancia y la empatía o incluso la agilidad mental, entre otros aspectos. Y es por ello que, si se posee un déficit de inteligencia emocional importante, se pueden presentar problemas en el trabajo, en la vida cotidiana, en la vida de pareja, en las relaciones con los hijos…
A pesar de ello, Goleman y otros expertos aseguran que todos podemos incrementar y mejorar nuestra inteligencia emocional. Existen diversas formas de hacerlo y, si nosotros solos no somos capaces de hacerlo, siempre podemos recurrir a un experto que nos guíe.
Ser conscientes de las emociones e intentar canalizarlas para que no interfieran en el ámbito laboral requiere de meditación, tiempo y práctica.
Beneficios de la gestión de las emociones en el trabajo
Para gestionar personas en el ámbito laboral, una buena inteligencia emocional proporciona múltiples beneficios.
Si un líder se conoce bien y es capaz de controlar sus emociones, su estado anímico no será un impedimento a la hora de tomar decisiones. Saber cuáles son las fortalezas o debilidades es una excelente forma de autocontrol, de entenderse uno mismo, pero, al mismo tiempo, de comprender a los demás.
Este conocimiento interno ayuda en la gestión emocional y, si somos conscientes de que ciertas cuestiones pueden desestabilizarnos, de forma paralela sabremos cómo actuar para evitar que nos sobrepasen y reaccionar de forma indebida. De esta forma, será más probable que acertemos a la hora de adoptar una medida para la empresa.
Una parte importante de la inteligencia emocional consiste en tener claros los objetivos, qué se desea conseguir y qué metas se quieren alcanzar en el trabajo. Una vez definidos, la motivación es otro elemento impulsor que nos hará estar más emocionalmente preparados para llegar a esos retos y transmitir esa ilusión al resto del personal.
Las habilidades sociales son igualmente destacables dentro del mundo de la gestión de las emociones. Poseer una buena relación con el resto de los compañeros siempre redunda positivamente en el conjunto del entramado empresarial.
Carlos Rey, cofundador de UPAD Psicología y Coaching, comenta algunos aspectos que resultan de especial interés para el desarrollo de la inteligencia emocional a la hora de gestionar equipos de personas: “El liderazgo posee múltiples facetas, en función de la naturaleza de la situación y del tipo de personas o profesionales que se tengan que liderar. Es importante saber comprender de forma empática las posibles necesidades que puedan presentar estas personas. Como claves principales para ejercer un liderazgo basado en la influencia, cabría destacar la importancia de la coherencia (aquello de predicar con el ejemplo a la hora de pedir lo que se está en disposición de dar), el compromiso con los objetivos (más allá de las propias necesidades o ambiciones personales insatisfechas) y la habilidad para interpretar las situaciones o conflictos, en la línea que mayor favorezca el éxito de nuestra empresa”.
La coach Ana Palacios considera que «los retos a los que nos enfrentamos en el entorno laboral son, a menudo, emocionales. Vivimos momentos de mucho estrés, tensión, conflictos personales, malentendidos, palabras fuera de tono o silencios innecesarios. Manejarse con solvencia no siempre resulta fácil.
A veces, las situaciones pueden ser muy complejas y no disponemos de las habilidades necesarias para afrontarlas. La inteligencia emocional abarca un abanico muy amplio de aspectos que nos ayudan a bucear en nuestro mundo interior, a conocernos mejor y a aprender a sacar provecho de las emociones para ponerlas al servicio de nosotros mismos y los demás. Los entornos emocionales saludables no solo favorecen la colaboración o la creatividad, también son entornos que nos ayudan a ser más felices y, por tanto, dar lo mejor de nosotros mismos».
Para Ana Aurora Carrasco, terapeuta especializada en inteligencia emocional, “hay que recordar que cualquier cambio, a nivel estructural y cultural en los sistemas, en este caso en las empresas, necesitan entre tres y cinco años, para que se respire como natural.
Algunos de estos beneficios:
- Atmósfera emocional de armonía, bienestar, colaboración y compromiso
- Mejor y mayor rendimiento y creatividad
- Clima más amable, enriquecedor, productivo
- Disminuyen las bajas, los conflictos sin resolver, el desgaste por la comunicación poco efectiva e insatisfactoria”
¿Cómo cultivar y aumentar la inteligencia emocional?
La inteligencia emocional se puede aumentar, si se trabaja sobre ella con constancia y convencimiento. Una buena forma de conocerse mejor es ir anotando cada día aquellas emociones que se sienten a lo largo de la jornada para después analizarlas al final de la misma, desengranar qué las han provocado y determinar qué podemos hacer para abordarlas mejor. El aceptarse uno mismo resulta una premisa fundamental para no dejarse llevar por emociones injustificadas que solo responden a ideas preconcebidas, probablemente fruto de nuestras vivencias.
La actitud positiva es clave para no dejarse arrastrar por los sentimientos. Cuando surjan ideas negativas, hay que intentar apartarlas y dejarlas pasar para quedarse siempre con el lado más amable de las cosas. Con esta manera de ver la vida, los problemas se afrontan mejor y conseguimos ser más resolutivos en los momentos más adversos.
Del mismo modo, no hay que venirse abajo por las críticas, pues estas forman parte de la vida y del entorno laboral. Hemos de tener presente que nuestro aprendizaje emocional es un proceso lento en el que estamos avanzando día a día. Todos nos equivocamos y no somos perfectos. Esto debemos reconocerlo, pero al mismo tiempo no ha de ser un impedimento para continuar, ni tampoco tiene que ser una traba para seguir adelante en nuestro camino de mejorar como personas.
Para Begoña Lorenzo, coach personal y de equipos, y formadora en competencias emocionales, existe poca tolerancia a la frustración. “Con frecuencia las personas tienen miedo a las críticas, se perciben de una manera absoluta, se rechazan agresivamente. El problema puede radicar en confundir lo que HAGO con lo que SOY. Yo no soy mis errores. Mi SOY es algo más grande: soy madre/padre, hija/o, alegre, tenaz, ordenado…mi ser es más intangible y es la base de mi vida. Porque SOY, hago cosas, y al hacer TENGO. Pero si dejo de HACER o TENER, no dejo de SER. En una sociedad competitiva orientada a resultados, podemos poner nuestra seguridad en lo que HAGO o TENGO, en lugar de por lo que SOY. ¿El resultado? un ego tóxico que tiene que demostrar lo que vale por lo que hace. La persona con un SER fuerte ve las críticas como oportunidad de crecimiento. Acepta su imperfección con serenidad, es coherente, no necesita demostrar, vive en el autodesarrollo continuo. Nos conviene a todos fomentar el crecimiento del SER”.
Oti Baradillo, coach de vida, aconseja “tomarse un tiempo para respirar y bajar de revoluciones tu día. Nos movemos a un ritmo frenético. El paso previo a saber gestionar nuestras emociones es tener conciencia de ellas. Eso requiere de una pausa. No nos damos el espacio para sentirlas y esto es fundamental.
Por eso, cuando te sientas como una olla a presión, para, sal a la calle o vete al baño. Date un espacio para respirar, cierra los ojos y permítete sentir la emoción sin juzgarla. Desde un estado emocional más calmado, tomarás decisiones más inteligentes, porque en los momentos de secuestro emocional es el cerebro reptiliano el que toma el control y, si accionamos o reaccionamos en esos momentos, hay muchas probabilidades de equivocarse”.
La entrenadora en inteligencia emocional y mindfulness Carmen Gómez sugiere “la práctica formal e informal de la Atención Plena o Mindfulness. “Esta ayuda a ser conscientes de la emoción surgida, así como de la comprensión de por qué surge esa emoción y no otra. Nos ayuda también a ser conscientes del pensamiento que precedió a la emoción y a reconocer la emoción a través de su expresión corporal o de nuestra acción posterior.
Recomiendo dedicar algunos minutos al día a reconectar, respirar y ofrecer a la mente un foco de atención, un ancla que la lleve al presente. Cada vez que traemos nuestra mente al presente, el cuerpo y la mente entran en un estado de calma atenta, cultivando un espacio entre lo que nos sucede y nuestra respuesta a lo sucedido. En vez de reaccionar, nos damos la oportunidad de responder, pasando de ser “esclavos” de nuestras emociones a tomar mejores decisiones cada vez más conscientes”.
Es importante saber que cada emoción nos está trayendo un mensaje, que es un regalo para nosotros. Saber escucharlo nos ayuda a darnos cuenta de lo que estamos necesitando en ese momento.
Poder recurrir a alguna actividad que nos ayude a liberar tensiones es vital para dejar de lado el estrés y afianzarse en esa misión de quererse más y, por ende, potenciar nuestra inteligencia emocional. En este sentido, es muy recomendable hacer algún deporte o ir al gimnasio, es decir, practicar actividad física, pues nos ayuda a liberar tensiones. Paralelamente, tener un hobby puede ser una excelente forma de evadirnos de emociones desagradables y sustituirlas por otras más placenteras.
Empresas saludables gracias a la Inteligencia emocional
“Aplicar la Inteligencia Emocional en las empresas es un trabajo de compromiso colectivo e individual, una toma de consciencia interna de cada una de las personas que integran ese equipo humano que toma la decisión de cambiar su forma de ver la vida”, afirma Mercè Roura, coach y formadora de inteligencia emocional y comunicación, quien considera que “transformarse gracias a la gestión emocional y la comunicación empática, como propone la Inteligencia Emocional, supone un cambio a todos los niveles, sobre todo interno ,porque es un entrenamiento mental, y externo, porque nos interpela a llevar a cabo acciones en coherencia con el nuevo rumbo interior.
Las empresas saludables son aquellas empresas en que las que todas las personas del equipo son de alguna forma líderes de sus vidas, en el aspecto laboral y personal, porque toman decisiones y gestionan sus emociones para aprender de ellas. Por ello, no hace falta solo hacer cambios en la cultura organizacional para generar un clima de confianza, comunicación, empatía y creatividad, donde se valore el talento y la actitud (son básicos), sino también poner a disposición de las personas la formación necesaria en distintas habilidades (las blandas, por supuesto) para que sepan usar estas circunstancias y desarrollar sus capacidades.