En el siglo XX, tener posesiones era lo que te definía como clase media. Los que tenían más dinero podían poseer más cosas. Cuando la fabricación se volvió menos costosa, se redujo la barrera que impedía tener un mayor número de objetos.
De hecho, a medida que los millennials ingresan a la edad adulta y a la clase media, la tendencia va encaminada a poseer menos. No solo existe un movimiento próspero «minimalista», sino que el advenimiento de las economías digitales y de intercambio lo han hecho mucho más fácil.
Donde los Baby Boomers y la Generación X tenían repisas y estantes dedicados a libros, revistas y música en sus hogares, hoy podemos incluir la misma cantidad de medios y muchos más en esas computadoras de bolsillo que seguimos llamando anacrónicamente teléfonos.
Mientras que ser una «familia de dos coches» (o incluso tres o cuatro autos) fue una vez una marca de estatus, hoy muchos millennials ven más estatus en tener un solo automóvil o incluso ninguno, haciendo uso de servicios como Cabify, Car2Go o Uber cuando lo necesitan.
Sobre la evolución de la economía colaborativa la investigadora Esther Martos, autora de tesis doctoral Historico-sociological analysis of the sharing economy from its digital roots to the present, sitúa sus orígenes a finales del siglo XX, cuando una serie de innovaciones digitales hacen que la que, por aquel entonces web estática y rígida, se transforme en plataformas dinámicas de intercambio de información y productos entre particulares, como Napster, Craigslist o eBay.
“Muchos emprendedores se dan cuenta da las ventajas de crear un negocio online al reducir gastos y riesgos, además de ser conscientes de que las sociedades están llenas de objetos inutilizados, acumulados durante décadas previas”, apunta la autora de la tesis sobre economía colaborativa.
Esther señala la crisis económica en 2008 como un punto importante en este desarrollo: “Muchas personas se vieron en la necesidad de ofrecer sus propiedades a través de plataformas colaborativas, con el fin de ganar un dinero extra. Por otro lado, la generación millennial experimentó un cambio en cuanto a lo que significa la propiedad. A diferencia de sus padres, esta generación cree que las propiedades representan una carga pesada de la que no se quieren hacer responsable”.
Durante los años siguientes, la digitalización de objetos físicos y la concienciación con el medio ambiente han sido también importantes para el impulso de la economía colaborativa. Esther contribuye a este desarrollo, con la publicación de estudios y colaborando con OuiShare, organización sobre economía colaborativa, que cuenta ya con cientos de miembros en veinte países. Además, ha sido cofundadora de Mealby, plataforma de intercambio de comida casera p2p, y advisor de HireGo, plataforma para compartir vehículos, creada bajo la tecnología blockchain.
La economía colaborativa o sharing economy está despegando en todo tipo de nichos. Desde el transporte compartido a los préstamos para viviendas, la reventa, el coworking o incluso el intercambio de talentos. En todos los sectores, se está viendo como este nuevo tipo de economía lo está transformando todo. Los ejemplos obvios aquí son Uber y Airbnb, que desarrollaron sus propias plataformas para permitir que los proveedores de servicios y los usuarios se conectaran en beneficio de ambos.
Pero hay otros ejemplos interesantes de compañías que usan datos y plataformas de desarrollo para unirse a esta nueva economía:
Mundo freelance:
Siguiendo la estela de los estadounidenses TaskRabbit, Care.com o Upwork, en España contamos con nuestras propias herramientas como Freelancer, Fiverr o Infojobs Freelance, llevando al mercado independiente a un nuevo nivel. Las plataformas ,que cada uno de estos sitios ha creado, hacen posible conectar aquellos que ofrecen servicios con aquellos que buscan los servicios. Los profesionales y empresas que requieren a un freelance y viceversa lo tienen más fácil que nunca.
Coworking:
WeWork, que llegó a España a finales del año pasado, es la referencia entre que ofrecen espacios de coworking en las grandes ciudades de todo el mundo. Aun así, antes de la llegada de este gigante, en la mayor parte de las ciudades españolas ya había varias marcas de este tipo de coworking funcionando como UtopicUs. Con este sistema, autónomos, empresarios y teletrabajadores pueden alquilar un escritorio o una oficina sin los gastos generales y el costo de alquilar un edificio o conjunto completo. Los precios son lo suficientemente bajos como para poder usarlos como se desee y el espacio ofrece algunos de los beneficios de una oficina que incluye espacio para reuniones, líneas telefónicas, internet y, a menudo, café gratis.
Uso compartido del automóvil:
Servicios como Uber permitieron que los conductores individuales operaran como un servicio de taxi al proporcionarles una manera segura de encontrar clientes y recibir pagos. Cabify permite disfrutar de un servicio similar, con la diferencia de que los coches pertenecen a la empresa. Si queremos conducir nosotros, también tenemos servicios como Car2Go, con automóviles disponibles en el centro de las principales ciudades. Para los que quieran sacarle rédito a sus propios viajes se encuentra BlablaCar. ¡Este modelo está llegando hasta a las motos y bicicletas!
Préstamos entre particulares y empresas:
Las llamadas plataformas de crowdlending permiten los préstamos entre particulares y para empresas, con tasas de interés y tarifas muchos más bajas que en un préstamo bancario. Los inversores obtienen una rentabilidad sólida y los prestatarios obtienen tarifas más competitivas, todo ello, facilitado por la plataforma. En España, las más importantes son LoanBook, Circulantis y Growly, pero hay muchas más y creciendo.
Moda:
La compraventa de ropa de segunda mano también tiene sus propias aplicaciones más allá de la universal Wallapop, donde podemos encontrar cualquier cosa. Chicfy, centrada en la moda femenina, Depop o YuMe son otras opciones que están teniendo mucho éxito. La moda ya no se tira una vez que se utiliza, sino que se vende. Para los millennials se puede ir a la última reutilizando ropa de segunda mano.
Ninguno de estos servicios sería posible sin el big data y los algoritmos que manejan sus plataformas individuales. Lo fascinante es que la compañía rara vez es el proveedor de servicios real; actúan como facilitadores, haciendo que la transacción sea posible, fácil y segura tanto para el proveedor como para el usuario. Derriban las barreras que de otro modo existirían para iniciar un negocio o un «alboroto» para muchas personas y hacer que sea fácil y lucrativo participar en esta economía colaborativa.
Pero nada de esto sería posible sin datos y algoritmos para usarlo. Lo que nos lleva a la siguiente pregunta:
¿Qué es exactamente la economía colaborativa?
Cuenta la consultora April Rinne, que en enero de 2013, en su primera vez en Davos, preguntó por el término sharing economy a todos sus conocidos. Curiosamente, el 90% de las personas respondieron que no lo conocían, el 5% asumió que hablaba de modelos de trueque y el 5% restante reconoció el papel de las nuevas tecnologías y las redes P2P para construir modelos comerciales emergentes. Prácticamente nadie había usado aún Airbnb o BlaBlaCar.
En 2018, la realidad es muy diferente. La economía colaborativano solo está presente en las noticias diariamente, sino que también ha estimulado una lista de términos relacionados cada vez mayor.
Entonces, ¿qué es la economía colaborativa o de intercambio? ¿Y cómo deberíamos distinguir entre los diversos modelos de «nueva economía» en los titulares? A continuación, incluimos una lista resumida que aclarará la confusión y brindará orientación a las empresas, los legisladores, las personas y los inversores:
Economía colaborativa
Hablamos del intercambio de activos infrautilizados, monetizados o no, en formas que mejoren la eficiencia, la sostenibilidad y la comunidad. Utiliza formas colaborativas de consumo, producción, finanzas y aprendizaje. La abogada y consultora organizacional Liana Guerrero, autora de la obra Alguien quiere lo que tienes, define la economía colaborativa como “tendencia, basada en el intercambio de bienes y servicios en plataformas digitales. Su irrupción propuso nuevos modelos de negocios, obligando a empresas pertenecientes a sectores tradicionales a reinventarse o morir.
Algunos expertos prefieren referirse a ella como economía de plataformas, sin embargo, el término, que proviene de la expresión sharing economy, fue acuñado por primera vez en el boletín Leisure report y la revista Times se refirió a ella en 2011 como una de las diez ideas que cambiarían en mundo”.
Economía a demanda
Se enfoca en la provisión de bienes y servicios «a pedido» (es decir, inmediata y basada en el acceso).
Gig economy
Se trata de la flexibilización de la fuerza laboral, que se caracteriza por la creación de contratos temporales y puntuales en los que los trabajadores son contratados para proyectos específicos y con los que, una vez finalizados éstos, se termina la relación laboral.
Economía independiente
Se centra en la participación de la mano de obra y la generación de ingresos por parte de trabajadores independientes, también conocidos como trabajadores freelancey autónomos (superposición limitada con el intercambio de habilidades, los trabajos independientes a menudo son más largos y / o más profundos que los conciertos).
Economía de pares
Está enfocada en las redes de igual a igual (P2P) en la creación de productos, la prestación de servicios, la financiación y más.
Economía de acceso
Se centra en el «acceso sobre la propiedad» (se superpone con el intercambio, aunque compartir de ninguna manera es un requisito).
Economía colectiva
Se basa en modelos económicos impulsados por «la multitud», que incluyen, entre otros, el crowdsourcing y el crowdfunding.
Economía digital
Se enfoca en cualquier cosa que funcione con tecnologías digitales.
Economía de plataforma
Hablamos de cualquier cosa que funcione con plataformas centradas en la tecnología.
Es muy posible que una plataforma pueda caer bajo múltiples definiciones. El inventario de viviendas compartidas de Airbnb es claramente parte de la economía colaborativa, mientras que los alquileres corporativos a corto plazo a tiempo completo no son necesariamente así, y lo más probable es que estén en la economía de acceso.
Además, la economía colaborativa no se define de la misma manera en todo el mundo. En ninguna parte es esto más evidente que en China. Desde que se declaró, que la economía colaborativa era una prioridad nacional en 2015, y ese intercambio representaría el 10% del PIB de China para 2020, el gobierno chino ha adoptado una visión cada vez más amplia de lo que se incluye.
Hoy, lo que llamamos la economía digital en Occidente, que incluye, por ejemplo, Amazon y Netflix, China la define como la economía colaborativa. El resultado es un conjunto único de matices y desafíos, especialmente para los responsables políticos y los economistas, que intentan medir su tamaño e impacto y los medios, que intentan informar con precisión sobre el tema.
La sharing economy no es en blanco y negro: es un espectro y cada vez es más crucial entender sus diferentes matices. En última instancia, se convertirá simplemente en parte de la economía, sin una terminología especial, pero todavía no hemos llegado. Los empresarios, periodistas, gobiernos y (quizás más que todos) los usuarios y participantes en estas plataformas de nueva economía tienen el deber de ser claros sobre si compartimos o no y qué no compartimos.
Precisamente, en este intento de definir con mayor concreción y distinción lo que es la economía colaborativa, sus políticas públicas y su marco regulatorio ha trabajado la experta en Comunicación y Políticas Públicas Esther Val. Entre sus proyectos, destaca el mapeo de políticas públicas y marco regulatorio para la plataforma de makers Etsy.com. Además, Esther trabajó para el desarrollo de la primera estrategia de RSC en España, “stakeholder engagement” y acciones de impacto social, así como su comunicación para Airbnb España. “El objetivo fue dar a conocer a los diferentes grupos de interés, el impacto real de la plataforma y el potencial de transformación de su comunidad”. Otro de los proyectos de investigación en los que ha colaborado recientemente ha sido la estrategia de Sharetribe sobre economía colaborativa, sector asegurador y confianza digital: ”Es un tema pionero y clave para la expansión de la economía colaborativa, ya que no se había trabajado antes”, afirma Esther, que ha publicado el ebook Insurance for online marketplaces.La economía colaborativa se ha convertido en uno de los temas clave de investigación en universidades y escuela de negocios, como Instituto de Innovación Social del ESADE, con el que también ha colaborado Esther aportando publicaciones en esta materia.
¿Cómo está afectando la economía colaborativa a la empresa?
Una encuesta reciente de Business.com reveló que casi el 70 % de las empresas usan algún aspecto de la economía colaborativa al menos una vez al mes, y el 26 % se aprovecha de estos servicios a diario.
Específicamente, el 40% dijo que había reducido sus gastos, el 18 % dijo que les ahorraba tiempo, y el 17% dijo que les había permitido llegar a nuevas audiencias. Además, el 13% dijo que les da acceso a más tecnología y servicios de los que podrían permitirse, y al 11% les gusta que les haya proporcionado acceso a más capital.
Sin embargo, el 40 %de las empresas encuestadas dijo que la economía colaborativa ha tenido un impacto negativo en sus negocios de una forma u otra. Ahora que el costo de entrada es tan bajo, muchas empresas ven un mayor mercado, lo que hace que sea más difícil obtener una posición sólida en el mercado. Dado que la mayoría de las empresas ahora tienen acceso a las mismas herramientas y servicios, el 15% de las empresas encuestadas por Business.com creen que la economía colaborativa ha perjudicado sus emprendimientos, porque ya no tienen una ventaja competitiva tan fuerte.
Además, el 13% dijo que ahora hay más competidores en el mercado, porque estos servicios facilitaron la entrada de otros en el mercado y el 12% considera que la economía colaborativa ha hecho que sus servicios sean menos valiosos.
Liana Guerrero aporta algunas claves sobre la influencia de la economía colaborativa en diversos marcos:
– Del lado del conocimiento, la economía colaborativa ha impactado la forma en cómo se difunde y se produce, promoviendo el conocimiento abierto, sin barreras legales o administrativas. El ejemplo más claro es Wikipedia, la enciclopedia electrónica editada de manera colaborativa y gratuita por voluntarios en todo el globo terrestre, que contiene mas 46 millones de artículos en 288 idiomas.
– En materia financiera, hay un impresionante movimiento de financiación colectiva, que ha dejado fuera las instituciones financieras tradicionales, dando paso a transacciones directas en plataformas como Kickstarter, que ha financiado más de 130.000 proyectos y recabado mas de 3.200 millones de dólares.
– Desde le punto de vista laboral, la aparición de estas plataformas está modificando la forma en que muchas personas trabajan, fomentando el trabajo en redes y dejando atrás el liderazgo vertical y tradicional; es importante advertir la mala práctica realizada por algunas empresas que camuflan sus modelos de negocio, usando conceptos de economía colaborativa para evadir obligaciones laborales.
– En cuanto a emprendimiento, para Liana se ha abierto una inmensa puerta a los emprendedores, quienes han encontrado un nicho para explotar oportunidades de nuevos ingresos.
Lo cierto en todo caso, es que ciudadanos de todo el mundo están interactuando en estas plataformas, cambiando la forma de relacionarnos y hacer las transacciones. Este comportamiento está ofreciendo nuevas oportunidades y modelos de consumo, impulsados por las personas que encontraron una manera diferente de conectarse y de crear comunidades, concluye Liana.
La sharing economy trae grandes posibilidades para empresas y consultores independientes y no saber aprovecharla puede suponer también un grave problema para la viabilidad a medio plazo de cualquier proyecto.
Fuentes: Forbes| Weforum| Bussiness